El rescate del parque Sarmiento
Es positiva la acción del gobierno porteño para recuperar las deterioradas instalaciones de ese espacio público
A pesar de estar habitada por casi tres millones de personas, la ciudad de Buenos Aires no dispone de espacios e infraestructura pública apropiados para la recreación deportiva de esa población, generalmente incrementada por los visitantes que, en su mayor parte, provienen del conurbano bonaerense. Por eso es digno de destacar que sus autoridades hayan puesto manos a la obra para recuperar el complejo del parque Sarmiento, ubicado en el barrio de Saavedra.
Inaugurado en 1981, ese predio de 70 hectáreas era un orgullo para la urbe. Disponía, por ejemplo, de dos piletas de natación de medidas olímpicas -una de ellas, cubierta-, una tercera para saltos ornamentales, pista de atletismo, más de una docena de canchas de fútbol y de fútbol reducido, pista de patinaje, canchas de tenis, voleibol, básquetbol, softbol y hockey, y un vasto lago artificial.
En aquel momento, la ciudad sólo contaba con otras dos piletas de natación de esas dimensiones. Tanto o más importante que la existencia de tan vasta infraestructura era el hecho de que estaba al alcance del público que no está asociado a clubes deportivos ni tampoco tiene medios para hacerlo.
El deporte, cuando se lo practica en forma recreativa, contribuye a mejorar la calidad de vida de la sociedad, pero es condición indispensable disponer de sitios e instalaciones adecuados y aptos para recibir cantidades importantes de personas de todas las edades. En la ciudad de Buenos Aires, en cambio, sigue habiendo escasez de espacios verdes públicos, razón sobrada para que el parque Sarmiento viniese a satisfacer, aunque más no fuera en forma parcial, una necesidad perentoria.
Y así funcionó durante casi una década. Después, la administración municipal lo entregó a un concesionario privado, cuyo contrato fue rescindido nueve años más tarde, tras haberse verificado la comisión de irregularidades. Abandonado, el complejo ingresó en un franco proceso de degradación.
Fue albergue de festivales musicales y fiestas; alojó circos; contuvo a un espectáculo de delfines en cautiverio; recibió a miles de familias que iban allí con el exclusivo propósito de utilizar sus parrillas; sirvió de cobijo a vagabundos y amparó otras actividades muchísimo menos santas. La falta de conciencia cívica de los visitantes hizo el resto. Poco a poco, la basura y la vegetación invasora colmaron las piletas y las canchas hasta inutilizarlas. Nada quedó del antiguo esplendor y daba pena con sólo mirarlo desde las inmediaciones.
Hace ocho meses, la Secretaría de Deportes del gobierno de la ciudad, a cargo del ex rugbier Francisco Irarrázaval, tomó a su cargo el rescate. Mediante la inversión de tres millones de pesos, la pileta cubierta, irrecuperable para su destino original, fue rellenada y convertida en un amplio gimnasio. El resto ha sido puesto en valor y otra vez será aplicado a la recreación deportiva. Asimismo, se les ha sumado un amplísimo arenero, para la práctica de fútbol y voleibol playeros.
Es obvio que las autoridades deberán pensar en tornar sustentables las actividades que allí se desarrollan. Sería tan positivo como la rehabilitación en sí misma que cualquier iniciativa en aquel sentido no alterase la disponibilidad de ese espacio para la recreación deportiva. A la ciudad de Buenos Aires y a su gente le hace mucha falta disponer de un espacio tan apto para desarrollar esas prácticas